dimarts, 16 de setembre del 2025

El concepte jurídic de genocidi

 Darrerament es parla molt de genocidi en  relació al conflicte armat a la zona de Gaza. Hi ha genocidis, que estan fixats en la nostra memòria, l’holocaust  dels jueus a la segona guerra mundial, el genocidi armeni (1915-1923), el de Ruanda (1994), el de Bòsnia (1994), el dels yazidis pel Daesh al nord de l’Iraq (2014) o el dels rohinyá a Birmània (2017). Altres casos son igualment brutals encara que no els lliguem a aquest concepte, com les deportacions estalinistes a l’època soviètica. Els debats acaben sovint quan un tribunal afirma el terme jurídic.  

El genocidi fa referència a la voluntat d’exterminar un grup ètnic, religiós o nacional. No es tracta d’atacs a individus concrets i diversos sinó a un grup determinat. Està reconegut com un delicte pel dret internacional  d'acord amb la Convenció per a la Prevenció i la Sanció del Delicte de Genocidi (1948), signada en el marc de l’ONU. El primer que va emprar aquesta expressió va ser el jurista jueu Raphael Lemkin el 1944, que sumà el terme grec gen -que significa raça o tribu-, amb el llatí cideix -que vol dir matar. Es va aplicar als judicis de Nuremberg.

Els Estats que han signat l’esmentada Convenció -més de 150- han acceptat complir les seves disposicions. L’Estat espanyol va incorporar aquest delicte al codi penal el 1971. D’altra banda, tots els Estats tenen l’obligació d’evitar-lo atès que forma part del que s’anomena ius cogens del dret internacional. A més se l’aplica el principi de jurisdicció universal. Malgrat això, el 2014 una reforma de la Llei Orgànica del Poder Judicial, impulsada pel govern de Mariano Rajoy, va restringir aquest principi. D’altra banda, el 2002 entrà en funcionament la Cort Penal Internacional (CPI) de forma permanent, amb competència per jutjar el delicte de genocidi. També s’han creat tribunals penals internacionals per jutjar casos específics com el de Ruanda o l’antiga Iugoslàvia.

La intencionalitat és un element cabdal així com la ideologia subjacent que impulsa les accions humanes. La Convenció contra el genocidi detalla diversos aspectes per la seva qualificació: matança de membres d’un grup amb violència extrema com ara la tortura i la violació; lesió greu a la integritat física o mental dels membres del grup (violència sexual i fins i tot l’esclavitud); sotmetiment intencional del grup a condicions d’existència que comportin la seva destrucció física (dificultar l’alimentació, l’expulsió sistemàtica de les llars, la reducció dels serveis mèdics essencials, bloqueig al subministrament d’aliments); mesures destinades a impedir els naixements al si del grup i el trasllat a la força d’infants  del grup a un altre grup.

En el cas de Gaza, el desembre del 2023, Sud-àfrica va presentar una demanda davant la Cort Internacional de Justícia (CIJ) -Israel no és membre de la CPI- acusant-lo de violar la Convenció contra el Genocidi. El gener del 2024, la CIJ va dictar mesures provisionals, ordenant a Israel garantir l'entrada d'ajuda humanitària, prevenir actes genocides i sancionar la incitació al genocidi. El juliol del 2024 la CIJ va exigir el cessament de l'ofensiva a Rafah, l'accés sense impediments a l’ajuda humanitària, així com la investigació internacional sobre crims a Gaza i la prohibició de genocidi. Tot i això no hi ha encara una sentència i les mesures cautelars sembla que no han fet cap efecte.

Parlar de genocidi – i no de crims de guerra o de lesa humanitat- té sobretot efectes comunicatius i de relat. Es posa èmfasi en què no hi ha una guerra sinó un atac unidireccional d’Israel. Si neguem l’ús de la paraula en qüestió admetem que hi ha una guerra i que el grup terrorista de Hamàs és una part del conflicte armat. Tampoc estaríem en la lògica del genocidi quan es recorda que a Palestina hi ha cristians, és a dir, que no hi ha un grup humà homogeni.

Davant les atrocitats que es cometen a Gaza, podem parlar de crims de guerra o de genocidi, però la realitat és un espai de barbàrie on la dignitat humana és vulnerada cada dia.

 

divendres, 12 de setembre del 2025

Reseña del libro de José Luis Vázquez Borau: Construir la persona

José Luis Vázquez Borau

Construir la persona

Fundación Emmanuel Mounier. 2025. 125 p. 

Colección Sinergia, Serie Roja. Núm. 71

ISBN: 978-84-15809-92-0


José Luis Vázquez Borau, prolífico pensador personalista, fundador del Institut Emmanuel Mounier de Catalunya, miembro de la Comunidad Ecuménica Horeb Charles de Foucauld, nos presenta en este libro su visión del proceso de construcción de la persona en el marco de la cultura actual, con el objetivo de destacar la importancia de la defensa y promoción de los derechos humanos. Son reflexiones que provienen de sus largos años de docencia, en los que lejos de moverse en la neutralidad nos propone educar la mirada atenta, la sensibilidad y la consciencia.  

La primera parte del libro versa sobre el “Análisis de la cultura y de los derechos humanos”. Vincula el respeto a estos como elemento central de la democracia, en la línea de Jacques Maritain. Reivindica una ciudadanía activa que construya una sociedad justa a partir de la “amistad cívica universal”, con especial atención a la vulnerabilidad y al infortunio humano. A su juicio, el gran problema actual es el relativismo moral, porque genera confusión sobre el bien y el mal, así como entre los hechos y las opiniones, desembocando en la tiranía y el engaño.

Sostiene que es urgente construir la democracia desde la persona. Una persona inserta en una cultura, entendida como un “todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y cualesquiera otras capacidades y hábitos adquiridos por el ser humano en tanto miembro de la sociedad” (p. 23). Una cultura abierta a otras, interconectada en el mundo globalizado. Sin embargo, nos advierte de los inconvenientes de la superficialidad, la frivolidad, la apariencia, la inmediatez, así como el exceso o saturación de la información y la poca importancia dada a la memoria histórica. Todo ello nos lleva a la despersonalización y a la falta de atributos del hombre estandarizado, aunque perfectamente inserto en la cultura dominante, la de la sociedad consumista, competitiva, inmanente, individualista. Se trata de una “cultura de la muerte”, concebida como una industria, centrada en el entretenimiento, el consumo y la publicidad. De esta manera, el autor reivindica una militancia humanista y personalista, con la fuerza suficiente para revelarse ante esa cultura dominante.

La segunda parte del libro hacer referencia a “educar en la cultura y en los derechos humanos”, una educación que da sentido a la vida (p. 55) porque se educa “en el arte de vivir” (62). Se trata de una educación basada en la construcción de la persona, en su “ser” o substancia, en una concepción trascendente y humanizadora. Defiende la educación moral, en valores derivados del amor al prójimo. Es la fraternidad. Defiende también la educación en la no-violencia, al estilo de Gandhi: la no-violencia es la fuerza más grande que la humanidad tiene a su disposición (p.71). Otro punto que destacar en la propuesta del autor es la educación en la bondad: “la persona buena es el pobre de espíritu del evangelio de Jesús: tolerante con todas las debilidades, afirma que quien carece de ternura y sólo posee justicia en última instancia es injusto. No juzga, no condena, pues sentar juicio es cerrar la puerta a toda apelación; es admitir que el mal existe y es definitivo. La piedad es el rasgo esencial de la persona buena y por ésta el mal queda destruido” (p. 81). Estas ideas se encuentran en sintonía con el tratamiento de la misericordia del Papa Francisco  así como en la importancia del “calor humano”, la mirada atenta (Esquirol). Pero sobre todo destaca el “espíritu de acogida “(p.83) en todo proceso educativo.

El autor nos explicita su pensamiento personalista. Un personalismo dialógico y comunitario. Educar para construir la persona es entrar en un diálogo, en una escucha y sensibilidad ante el otro. Especialmente interesante resulta la argumentación que el fruto del dialogo es la paz (p. 85). 

Finalmente nos indica el autor que todo proceso educativo implica aprender a gozar del sentido profundo de la vida. Esta es la auténtica sabiduría. Afirma aquí: “La sabiduría no se consigue sabiendo mucho sino no sabiendo nada” (p.90). La sabiduría es una actitud, un don. Es vivir con paz interior y estar centrado. Es vivir con inteligencia espiritual, para contemplar al otro, a la naturaleza, a Dios, desde el corazón. Y sobre todo es huir del materialismo y del consumismo, de la superficialidad.

La tercera parte hace referencia al compromiso con la cultura y los derechos humanos. Un compromiso personal-comunitario. La persona es el centro de las relaciones de fraternidad de cualquier organización o institución.  Nédoncelle, Buber y Mounier son las fuentes básicas del autor. El ser humano está hecho para el otro. Por medio del amor alcanza la comunión, es decir la “nostridad”. Educar para este compromiso ético comporta como nos dijo Zubiri, tres pasos: 1.- Hacerse cargo de la realidad; 2.- Cargar con la realidad; 3.- Encargarse de la realidad. Hay que superar la indiferencia por medio de una ética del amor al prójimo que requiere una actitud contemplativa que busca lo esencial de todo, que se centra en la predilección por los pobres y por los crucificados de la tierra.  Dice el autor que este proceso, que es educativo para la vida, se caracteriza por ser testimonial y martirial. Hasta sus últimas consecuencias 

Acaba el libro con una conclusión “terapéutica” (p. 123). Insiste en que hay que movilizarse contra el neoliberalismo, entendido como un individualismo competitivo, egoísta y materialista, como una barbarie, una jungla dominada por la ley del más fuerte. 

Nos hallamos ante un librito, que de forma sintética nos indica cual es el rol del maestro. Se nos muestra una pedagogía activa al servicio de la transformación personal y comunitaria. 

Esta obra, continuadora de múltiples trabajos del Dr. Vázquez Borau, es una especie de testamento para nuevas generaciones de personalistas. Un ideario útil para docentes y discentes comprometidos y valientes. El maestro no puede ser un “sujeto ausente”, neutral o sin vocación, sino un creador de sentido. Un educador en el amor sanador de las miserias del mundo. 

Joan Lluís Pérez Francesch  


divendres, 5 de setembre del 2025

Aprendre a valorar el silenci

 Aprendre a valorar el silenci

Voldria parlar del silenci, de la necessitat del silenci i de les virtuts del silenci. En la nostra societat hi ha massa soroll, fins i tot es diu que vivim en un país dels més sorollosos d’Europa. La rapidesa i el soroll semblen dues divises que van del bracet. Soroll dels locals nocturns, d’obres, de vehicles i màquines, de la música a tot volum, de la televisió a tota hora, del xivarri en una aula. A part del soroll, penso que avui es crida massa, com passa a les tertúlies televisives. El soroll està cada vegada més instal·lat en les nostres vides.

Davant d’aquest panorama, caldria a parer meu, reivindicar el paper del silenci. Del silenci creador, del silenci de la pau interior, del silenci que ens humanitza perquè ens permet descobrir-nos, del silenci que ens posa en contacte amb l’experiència espiritual, del silenci que ens permet entrar en contacte amb la transcendència.

Crec que dir que el silenci és bo és una obvietat. I ja se sap, defensar les obvietats és molt cansat i costós. Però per si algú no està encara convençut de les bondats del silenci li diré que és bàsic per a la reflexió, per a la concentració i per a la relaxació. Aquests tres elements es dificulten avui tant per la contaminació acústica com per la manca de respecte als altres quan fem soroll.

Em sembla importantíssim insistir en el valor del silenci de cara a la joventut. Els pares i educadors en general, hauríem de fer un esforç per tal de saber desenvolupar una  educació en silenci i per al silenci. La cridòria, el xivarri, el soroll descontrolat no crec que comportin res de bo. En canvi, el silenci, quan cal, és una benedicció. Saber administrar el silenci és un aspecte central per a una formació humana integral. Per què no fem un esforç per deixar un espai al silenci en les nostres vides, en la família, en la feina, en les aules o en l’oci?

El Tribunal Europeu de Drets Humans en una línia jurisprudencial ja consolidada entén que es produeix una intromissió il·legítima en el dret a la inviolabilitat de domicili i en el dret a la vida privada perquè es dona una “invasió sonora” i una “contaminació acústica”. Aquesta jurisprudència ens mostra les dificultats de la lluita contra el soroll, ja que els afectats han hagut d’anar fins a Estrasburg, després d’exhaurir les vies internes de l’Estat.

Avui, per tant, podem afirmar que la societat del soroll reprodueix i fomenta els valors de la força de qui més crida, de la indiferència del soroll ambiental, de la irracionalitat i del descentrament personal, els quals no són compatibles ni amb la llibertat individual ni amb el respecte, valors que són cabdals per a la construcció d’una societat democràtica. Quan defensem una societat amb menys soroll estem parlant del nucli del concepte de política, és a dir, de convivència i de valors sobre els quals edifiquem la comunitat. Ens cal més sensibilitat i més cura, per tal de posar el silenci com a centre d’una societat més respectuosa amb els altres i també més exigent amb nosaltres mateixos. Ja sabem on ens porta “el molt soroll per no res”. Enlloc.