divendres, 30 de juliol del 2010

Derechos y deberes

La Constitución española de 1978 representó un paso adelante muy significativo de cara al reconocimiento de los derechos fundamentales de las personas. Puede afirmarse que uno de los objetivos de todo texto constitucional es garantizar un catalogo de derechos y libertades para los ciudadanos y grupos sociales, aspecto que en términos generales se ha conseguido, aunque siempre se debe mejorar en este campo. En lo referente a los deberes, hay que recordar que todo derecho tiene como contrapartida un deber, que el ejercicio de los derechos no es ilimitado, y que, por consiguiente, ha de ser responsable. Entendemos que si bien el año 1978 con la aprobación de la Constitución fue el tiempo de los derechos, hoy más de treinta años después nos hallamos ante el tiempo de los deberes.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, sostiene en su art. 29.1 que “toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”. Por su parte, la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (integrada en el Tratado de Lisboa), nos habla en su preámbulo que el disfrute de los derechos “implica responsabilidades y deberes tanto respecto de los demás como de la comunidad humana y de las generaciones futuras”. En definitiva, la democracia como sistema político pero también como forma de vida se ve directamente influida por el establecimiento de deberes en el marco de una cultura de la responsabilidad. Consideramos que hay que introducir en el lenguaje colectivo la referencia a los deberes. Aquí trataremos de los deberes constitucionales como deberes cívicos, desde la premisa de que es urgente su tratamiento para la construcción de la comunidad, y para una vida personal plenamente respetuosa con el entorno social. El olvido de esta premisa es preocupante puesto que provoca una concepción de la desvinculación de la comunidad, de la falta de respeto por los demás, o del denominado “abuso de los derechos” (yo ejerzo mis derechos con total despreocupación de los demás). Hoy, es preciso aprovecha la crisis económica para extraer de esa vivencia nuevos valores, un nuevo lenguaje más cooperativo, y nuevas actitudes más responsables en relación con la comunidad.
Relacionado con lo anterior, propugnamos un civismo no impuesto por los poderes públicos, sino libremente asumido desde la libertad y la responsabilidad individuales. La ciudadanía ha de ser consciente de sus derechos y deberes, de forma libre, crítica si cabe, pero de forma responsable, participativa y solidaria. La convivencia en libertad exige una buena educación, puesto que “vivir es convivir”, como dijo Aristóteles (Política). La convivencia ha de reconocer el pluralismo, en el marco de una forma de vida cada vez más globalizada, pero al mismo tiempo celosa de la identidad colectiva, y un multiculturalismo que no puede interpretarse como una “tabula rasa” que desconozca el pasado.
El establecimiento de deberes no puede dejarse unilateralmente al Estado. La familia y otras formas de socialización han de jugar un papel importante. Recordemos aquí la celebre obra “De officiis” de Ciceron, dedicada a su hijo Marco, que trata sobre los deberes, auténtico tratado de virtudes cívicas y de ciudadanía.
Hay que tener presente también la “ Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos”, en el marco de la UNESCO y con el apoyo del Alto comisionado de los Derechos Humanos de la ONU. Proclamada en 1998, para conmemorar el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es conocida como declaración de Valencia por acordarse en esa ciudad. La misma propone de forma ordenada una serie de deberes y responsabilidades tanto colectivas como individuales con objeto de llevar a la práctica lo preceptuado en las declaraciones internacionales de derechos humanos. Se parte de la constatación de que una vez proclamados los derechos, corresponde ahora implantar los deberes para un mejor goce de aquellos. En todo caso, los poderes públicos, las organizaciones sociales, y los ciudadanos comparten la responsabilidad de la garantía y promoción de los derechos humanos (en concreto se habla del derecho a la vida y a la seguridad humana, a un orden internacional justo, a la participación en los asuntos públicos, a las libertades de opinión, expresión, reunión, asociación, religión, el derecho a la integridad física y moral, a la igualdad, a la protección de las minorías, de los niños y ancianos, al trabajo y la calidad y nivel de vida, a la educación, las artes y la cultura, y al del respeto a lo establecido en la propia declaración). De los derechos anteriores se deducen deberes.

dissabte, 17 de juliol del 2010

El Tribunal Constitucional com a problema


El passat dilluns dia 28 de juny al vespre, al setè intent, després de quatre anys, el Tribunal Constitucional va emetre sentència en relació amb l’Estatut d’Autonomia de Catalunya de 2006. Era la primera vegada en la història de l’actual democràcia espanyola en què el Tribunal Constitucional jutjava la constitucionalitat d’un Estatut d’Autonomia aprovat pel Parlament de Catalunya, per les dues Cambres de les Corts Generals (Congrés dels Diputats i Senat) i finalment pel poble de Catalunya enreferèndum.
L’Estatut es va fer sense un mínim sentit de país. Cada partit va afegir-hi el seu punt de vista, donant lloc a un text de lectura difícil i carregosa. Tot i així, aportava elements molt importants per tal d’avançar en les competències de la Generalitat, en el règim lingüístic, en una concepció més integradora de la pluralitat i fins i tot plurinacionalitat d’Espanya, en un finançament més just, o en una reforma de l’Administració de Justícia més sensible a la llengua i al dret de casa nostra, entre molts altres elements, com l’arrelament en la història, en la cultura, en els fets diferencials de la nació catalana. Amb tot això, el PP, que no va poder consensuar el nou Estatut del 2006, va actuar encès i amb malfiança i va impugnar bona part dels articles de l’Estatut, fins i tot, cal recordar-ho, abans d’entrar en vigor. No va esperar ni a això, i va intentar aconseguir per aquesta via allò que no havia aconseguit mitjançant la política.
El Tribunal Constitucional es va convertir en una arma política, sense miraments, tant pel PP com pel PSOE. El van deslegitimar, perquè dels dotze membres només han pogut dictar sentència deu —n’hi ha un de mort i un de recusat— i d’aquests, quatre tenen el seu mandat caducat des de fa més de dos anys i mig. L’Estatut ha estat retallat perquè es declaren inconstitucionals 14 preceptes, i 27 són sotmesos a interpretació, entre altres disposicions que es veuen afectades. Però el veritable problema per mi és que allò que es va aprovar fins i tot en referèndum, ha estat retallat, rebaixat i malmès
per un Tribunal Constitucional de dubtosa legitimitat moral. Mai no hauria hagut de passar una cosa així. I enfer-se, la Constitució democràtica,que Catalunya tant va contribuir a edificar durantla transició, ha vist trontollar els seus fonaments.
Ara, entre retall i retall, els ciutadans de Catalunya, el continuarem aixecant, però espero i desitjo que amb la lliçó apresa de com no s’han de fer les coses. El poble ha de tornar a parlar, en unes eleccions en les quals —si us plau— deixin governar el qui guanyi. Mirem de tenir un país de més qualitat, amb alguna deferència envers la majoria electoral. Si a Catalunya els perdedors governen perquè sumen, de què ens estranyem ara de la retallada que ens ha fet el Tribunal Constitucional? Ens urgeix tornar a la democràcia, per tal de restablir el sentit de país. Aquesta és una bona reacció a una sentència lamentable, i a un malson massa llarg.