dissabte, 7 de desembre del 2013

LA ESPIRITUALIDAD EN LA POLÍTICA


Cuando la política está llena de convulsiones, conviene aportar reflexiones que supongan un cambio de paradigma en la concepción dominante sobre la misma. Y no sólo en períodos electorales, sino siempre. Quizás se podría aplicar a la política aquella máxima que afirma que no hay nada más práctico que una buena teoría.

Y la teoría sobre la que me gustaría realizar alguna reflexión es que urge aportar una concepción espiritual de la política, como parte evidentemente de una concepción global de la vida.

Hablar de espiritualidad en la política puede parecer paradójico, en una actividad sometida a tanto descrédito. Hoy la política se concibe mayoritariamente como una lucha por el poder, con pocas ideas sólidas y muchas estrategias, estadísticas e intrigas, aplicándose a menudo el criterio de que todo vale, se note o no, para acceder y mantenerse en el poder.

Ante esta situación me interesa proponer el cambio de paradigma mencionado. Un cambio en la manera de entender la política y especialmente un nuevo lenguaje, más positivo (que por otro lado comporta volver a los clásicos "premodernos").

Estoy convencido de que es urgente aportar a la sociedad actual una nueva manera de entender la política para dotarla de mas prestigio, de mayor sentido constructivo, de manera especial para que promueva valores humanos y actitudes responsables.

Como es conocido, la política es una palabra que proviene del griego, y que significa gobierno de la comunidad. Pero hoy nos encontramos con una ausencia importante de sentido de comunidad y de pertenencia.

Por ello, se necesita resituar la política en la construcción del país, de la nación, de la comunidad, en definitiva. Si no se produce dicho sentimiento de pertenencia, no hay comunidad y la política entra en crisis. La política puede convertirse entonces en una gestión del conflicto social a partir de la desvinculación de las referencias comunitarias (algunos hablan incluso de una etapa postnacional), sin una preocupación real por los demás, ni por el bien común (que, recordemos, no es la suma de los intereses particulares, sino los intereses generales o comunitarios).

Con una mayor referencia comunitaria, el político debería ser una persona preocupada por los demás y por el país, que actúa en un sentido constructivo y que, en consecuencia, realiza una actividad muy trascendente.

Al vivir más allá de su estricta individualidad, lleva a cabo una actividad espiritual, de donación a los demás, de servicio, lo cual es, sin duda alguna, una de las facetas más nobles y excelsas de la vida humana. Ese actuar para los demás, deviene algo trascendente y, por tanto, espiritual. No nos iría mal releer a Mounier y su personalismo comunitario en las actuales circunstancias de la vida política.

Pero resulta que la palabra no hace la cosa, y podemos observar políticos que no hacen política, que más bien viven de ella, o de la dependencia de lo que en ocasiones se ha llamado "la erótica del poder". Para mi estos tipos humanos son una muestra de decadencia personal, que repercute negativamente en el país.

En contra de ellos, propongo una nueva manera de hacer política que se fundamente en el retorno a la comunidad. El político que sabe trascender porque no se ocupa de sus intereses propios o egoístas, incluso sólo de partido, sino de esa comunidad, realiza una profunda actividad espiritual.

Ante los nuevos retos que se nos avecinan en el mundo entero, podríamos tener en cuenta las consideraciones anteriores para valorar qué nos está pasando. La baja calidad de la democracia, pervertida en partitocracia, sectarismo y demagogia, necesita a mi juicio un nuevo anclaje espiritual, en políticos y en ciudadanos.


“Habría que evitar que la Constitución fuese empleada como arma arrojadiza”

http://www.teinteresa.es/politica/Joan-Lluis-Perez-Francesch-Constitucion_0_1042097630.html


1- Con la perspectiva de estos 35 años, ¿cuál cree que es la mayor virtud de la Constitución? 
Una gran virtud ha sido generar una vida política mínimamente tranquila y aceptable durante una etapa larga, lo que teniendo en cuenta la historia contemporánea de España ya es bastante. Otra virtud ha sido el amplio grado de consenso con el que se hizo, lo que le ha dado una gran estabilidad. 

2- ¿Y su mayor error o defecto? 
El hecho de que sea una Constitución tan duradera se ha convertido a la vez en un defecto por la dificultad de mantener ese consenso a lo largo de 35 años.

3- ¿Qué tomaría de otras constituciones para mejorar la nuestra? 
Yo creo que nuestra Constitución podría mejorar en una mayor profundización democrática, que se debería extender a la democratización de los partidos políticos y de las instituciones del Estado. También tomaría prestada una mejor respuesta a los retos territoriales, aunque el caso español sea diferente a otros de nuestro entorno. En ambos casos podríamos tomar como modelo las constituciones de Alemania y Estados Unidos.

4- ¿Cree que la Constitución ha quedado obsoleta en algún aspecto? 
Creo que ha quedado obsoleta en bastantes aspectos. Por ejemplo – y esto se pone de manifiesto en el dictamen del Consejo de Estado de 2006 – ha quedado obsoleta en la falta de igualdad en el acceso a la corona, en la integración de la Unión Europea como elemento indispensable, habría que reformar el Senado cuya estructura es completamente inútil, habría que reformar el papel de las comunidades autónomas en el conjunto del Estado dándoles más relevancia… La Constitución ha quedado obsoleta en muchos aspectos porque casi no se ha cambiado nada en 35 años.

5- ¿Cree que hay algún artículo que se incumple tanto en letra como en espíritu? ¿Está suficientemente defendida la Constitución? 
El problema para mí no es la vulneración de un artículo concreto sino cómo se ve la Constitución en su conjunto. En ese sentido a veces veo una interpretación poco generosa en el reconocimiento, por ejemplo, del pluralismo territorial. Por otro también veo que a veces se interpreta la Constitución como un elemento muy inquisitorial, como un arma arrojadiza para prohibir cosas. Habría que intentar que la Constitución fuese más ‘simpática’ en determinados planteamientos si realmente quiere ser integradora, sobre todo en cuanto a temas territoriales como puede ser la integración plurinacional.

6- ¿Cuál cree que será la próxima reforma de la Constitución? ¿Cuál cree que debería ser?
Creo que hay cuestiones que son un tanto técnicas pero que deberían renovarse. Por ejemplo, en el Título VIII de la Constitución todo lo que hace referencia al acceso de los territorios al estatus de comunidad autónoma es como una disposición transitoria que podría suprimirse porque ya han pasado años. Otro elemento sería la referencia a la financiación de los territorios como el concierto vasco o navarro. No entiendo por qué determinados territorios tienen estos privilegios y creo que nada impide el equilibrio financiero o la extensión del privilegio a otros territorios. En cuanto al Senado creo que habría que reconvertirlo. Si las instituciones son caras mucho más lo son las que no sirven para nada. Además es incoherente en un estado compuesto que debería tener una representación de las comunidades autónomas.

7- Teniendo en cuenta su edad y las tensiones a las que se ve sometida, ¿qué salud y qué futuro le augura a la Constitución?
A mi me gustaría que la Constitución pudiese durar muchos años y ser útil, sobre todo para la convivencia. Si fuese posible reformar todo aquello que fuese necesario la Constitución podría seguir manteniendo su vigencia. También me gustaría que la Constitución se interpretase en un sentido democrático e integrador, que no fuese vista como un reglamento de prohibición. Si conseguimos que la Constitución se interprete de esta manera más generosa y entre comillas “simpática”, a mí me gustaría augurarle mucha salud. Ahora si la empleamos como un arma arrojadiza o un instrumento de defensa frente a las demandas sociales, la Constitución se convertirá en un obstáculo, en algo inútil y habría que cambiarla y poner otra. En todo caso estamos en un momento de tanta incertidumbre que nunca sabemos cuánto van a durar las estructuras. Si hay algo que define nuestra época es la provisionalidad permanente.  


http://www.teinteresa.es/politica/anos-Constitucion-tiempo-reformas_0_1042097600.html



No hi ha justícia!

La llibertat de molts ciutadans i el sentit de justícia es troben conculcats per una concepció totalitaria de la constitució i el dret
L’acció dels poders públics posant al servei dels ciutadans institucions com ara l’administració pública o el poder judicial, esdevé cabdal per tal de fer efectiva la virtut cívica de la justícia. Hi ha d’haver una complicitat entre Estat i societat, en el sentit que ambdós confiin en aquestes institucions per tal de construir una societat amb justícia. Per això, quan no es posen tots els mitjans per a dotar aquestes institucions de recursos efectius, àgils, transparents, quan no hi ha una efectiva accessibilitat, tot plegat repercuteix negativament en la consciència ciutadana i afecta a l’ideal de justícia. Si un procés triga més temps del necessari, si no es respon a demandes socials majoritàries, i determinades institucions no són valorades positivament perquè no esdevenen útils per tal de solucionar els problemes dels ciutadans, la justícia com a valor cívic es pot veure malmesa, tot generant-se actituds de pèrdua de confiança en el “sistema institucional” o de descrèdit de les institucions que són perilloses per a la convivència. I una convivència pacífica, única que pot rebre aquest nom, depèn de tothom, dels ciutadans i dels poders públics. Podem afirmar, per tant,  que ambdós han de ser virtuosos i guiar-se per criteris de justícia.
Quan parlem de justícia hem de tenir present altres conceptes profundament relacionats, com són la igualtat (la real i no només la formal), i la proporcionalitat de les accions humanes i de les decisions públiques. La justícia per tant, tot i que es pot moure en el camp del dret, és un element de la vida, que hauria d’impregnar les actuacions de tothom. Si mes no aquesta sembla una aspiració legítima, per tal de millorar la societat; una societat més justa en el seu conjunt i en les relacions entre les persones.
Una societat , en definitiva, que tingui ben present el valor de la justícia estarà preparada, com els seus ciutadans, per a resistir-se a les injustícies. Com va dir Ihering, resistir-se a les injustícies és un deure de cadascú amb ell mateix, és un deure moral, però al mateix temps és un deure envers la societat. La justícia s’oposa així a la arbitrarietat i als abusos d’uns sobre els altres i requereix uns poders públics que la promoguin i la facin efectiva.
Des d’una perspectiva humanística, és important reflexionar sobre com són o haurien de ser les actuacions de les persones, i quines són les creences dominants a la societat: avui un mínim inexcusable és defensar el respecte als drets humans, amb el problema de trobar una base ètica universal que els defineixi. Què és la justícia, per tant, forma part, d’un debat social i de concepcions personals, en el que hi influeixen els elements anteriors i que com en tots els temes humanístics no té una definició definitiva. El debat sobre allò que és just o injust és això: un debat, ètic, moral i jurídic, obert o pendent de construcció, en cada moment històric, però que hauria de tenir algun element de permanència propi dels valors de civilització.
Per això, el valor que defineix el que pot ser just segueix essent el de donar a cascú el que es mereix, el que es seu i d’aquesta manera construir una societat el més cohesionada possible, i en conseqüència amb les màximes cotes de justícia. Aquí el dret té un paper destacat com a instrument ordenador per a propiciar el valor de la justícia. Una societat justa i amb ciutadans que se sentin ben tractats en les seves demandes de justícia, esdevenen els punts d’arribada de qualsevol procés d’institucionalització política, que pel que a nosaltres ens interessa és l’Estat de Dret. Com es recorda sovint, l’Estat de Dret no és un Estat amb normes –això ho seria qualsevol Estat- sinó aquell que fa possible la limitació del poder absolut, que garanteix la seguretat jurídica, i que sobretot protegeix els drets subjectius de les persones. 
D’aquesta manera, una comunitat política civilitzada es regeix avui pel dret. Com va afirmar Sant Agustí i després ens recordà Kelsen, la convivència regida per un ordenament jurídic ens permet legitimar les institucions existents i diferenciar l’Estat d’una banda de lladres, en una expressió realment gràfica. El dret objectiu (les normes jurídiques) es construeix a partir del respecte i promoció dels drets subjectius.  Què millor que observar que l’ordenament jurídic regula, garanteix i promociona els drets de les persones i dels col·lectius? El dret no és un producte de laboratori sinó conseqüència de factors socials i morals, i malgrat el que alguns puguin pensar no és un conjunt de normes per a prohibir-ho tot sinó per a regular ordenadament, a través de regles de procediment, límits i criteris interpretatius, entre els que destaca el “favor libertatis”, és a dir, el respecte màxim a la llibertat. D’aquesta manera, l’ordenament jurídic és un instrument de promoció de la justícia, o el que ara és el mateix, la llibertat.
Avui, en el nostre context més inmediat podem afirmar, sense por a equivocar-nos que la llibertat de molts ciutadans i el sentit de justícia es troben conculcats per una concepció totalitaria de la constitució i el dret, sense cap deferència a les persones que, com el cas de Catalunya, volen participar en la construcció de la justícia mitjançant el dret de vot. Un dret inalienable, garantit per la constitució i els tractats internacionals i perfectament exercitable en el marc normatiu vigent a l'Estat espanyol. I sobretot perfectament realitzable dins el sentit més democràtic de l'Estat de dret. Quan temps es podrà intentar negar la força decidida d'un sector de la ciutadania espanyola d'expressar-se, de fer-se justícia, de no respondre per part de les institucions públiques a les autèntiques demandes socials majoritàries malgrat que minoritaries en el conjunt de l'Estat? 

Protegir els menors (i els adults) davant la televisió

Cal plantejar-se molt més seriosament  la protecció de la infància i la joventut.
Penso que és urgent plantejar-se la protecció de la infància i la joventut, tant en allò relatiu als horaris com pel que fa a la qualitat informativa i dels programes televisius. El cas és greu perquè segons les estadístiques els menors passen gairebé el mateix temps davant la televisió que a l’escola, la qual cosa em sembla una aberració.
El més preocupant es que els infants poden arribar a socialitzar-se majoritàriament mitjançant els suposats valors de la televisió en contra dels de la família o l’escola. Com s’ha recordat, la televisió és com el carrer on passa de tot, i per tant caldria introduir  controls adients, per tal de garantir els drets dels pares d’escollir la formació moral dels fills i el respecte a la familia.
No em sembla de rebut l’argument de “no posar la tele”, o de restar continuadament al costat dels menors tutelant tots els seus actes minuciosament. Potser això estaria bé, però el problema és molt més complex. És a dir, així com al carrer no es pot fer qualsevol cosa, tampoc crec que la televisió pugui emetre el que vulgui sense cap control. Aquesta és la perspectiva que vull comentar. De mica en mica s’està avançant, però encara resta molt camí per recórrer, i no guiar-se només per criteris econòmics. A l'Estat espanyol, a diferència de tots els estats europeus, no hi ha cap ens regulador de continguts televisius i de supervisió dels horaris protegits.
El més preocupant és que els infants poden arribar a socialitzar-se majoritàriament mitjançant els suposats valors de la televisió en contra dels de la família o l’escola. Una deixadesa de funcions de les institucions públiques que no es pot deixar a l'albir de codis deontològics que no serveixen de res, front els interessos dels grans grups mediàtics que dominen la televisió privada o front la polítització sectària en la pública. La televisió és per a veure-la, no sé si per a viure-la. 
El problema és per a mi molt greu, atès que avui ja no sabem, des d’una actitud crítica quin es el relat de la veritat de tot allò que ens passa com a persones, com a societat, o com a país, si ens guiem massa per tot allò que surt a la televisió.
L’excés d’anuncis, el sectarisme informatiu, el dirigisme polític encobert, la renuncia a una autoregulació creïble, provoca en massa casos una feina difícil i imprescindible d’organismes que com el CAC -Consell de l'Audiovisual de Catalunya- haurien de posar de manifest totes aquestes deficiències, des d’una independència real i al servei de la veritat informativa i el respecte dels drets de l’audiència. La televisió no pot ser un instrument al servei de la enginyeria social, amb total impunitat.